Los ríos de dinero criminales han roto tus empedrados y manchado tus paredes,

la inocencia y tranquilidad de tus calles se han opacado con violencia y abandono,

las alboradas de tus barrios son silencio, armas y candados.

Pero a mí,

a mí todavía me hueles a incienso y eucalipto,

me sabes a pipían y a manjar blanco,

me enamoran tus atardeceres y me pierdo en tus geranios.

 

Los rincones de amores y de historia han sido destruidos por la corrupción y la desidia,

los idolatras de capos e incompetentes dirigentes han fulminado tu grandeza y tradiciones,

la naturaleza que adorna tus recodos se entierra bajo cemento de codicia y egoísmo.

Pero a mí,

a mí todavía me recoge tu Semana Santa,

me alegran los amigos, las navidades,

los cuenteros y el teatro.

 

Las aguas que bordean el Valle de Pubenza van infectas, son el llanto de los robles, guayacanes y cucharos.

La cultura y las letras, que atraían a estudiantes y foráneos

hoy son ruido insoportable de viernes agitados.

Pero a mí,

a mí todavía me despiertan bajo tu cielo orquestas de golondrinas, mirlas y azulejos,

me impresionan tus iglesias y museos,

me abraza tu clima y tus faroles,

y me deleitan las carantantas y los aplanchados.

 

De Calibio a Puelenje,

de Cajete a Pisojé,

a mí Popayán,

todavía.

 

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