Esa tarde vi a ese hombre grande, fuerte, trabajador inagotable y el mejor cuentero que haya existido, sentado en un andén llorando como un niño chiquito. ¿Llorar así por unos pedazos de latas viejas? Se preguntarían algunos. ¡Baaaa la gente se pega de cosas! Dirían otros. ...