PERO SI VIENES DE LA CIUDAD BLANCA DE COLOMBIA, LA DE LOS ATARDECERES DE LOS VENADOS

Era una de mis primeras clases en la Universidad de Lausanne y como se acostumbra el primer día, el profesor, con la intención de conocer a sus estudiantes, pidió que cada uno se presentara y contara un poco acerca de su trayectoria y de las expectativas para con la materia. No había terminado mi presentación y el profesor me interrumpe:  De dónde dices que eres?Soy Colombiana, respondí. A lo que replicó con mucha seguridad:  pero… Colombia, es un país muy grande, sabias que podríamos hacer 28 Suizas de una Colombia?, sentí sonrojar, y exclame: vengo del Suroccidente colombiano, de Popayán, cerca de Cali.  Muy equivocadamente pensé, que la Sultana del Valle, sería un referente más manifiesto tanto para mi profesor como para mis compañeros que a este punto todos habían girado su cabeza hacia mi.

 

Pero, ahí no paro mi interminable presentación, lentamente el profesor se levanta de su silla y se apoya en el escritorio frente al aula y con un español bastante precario suelta la frase: «Pero si vienes de la Ciudad Blanca de Colombia, la de los atardeceres de los venados». Mi estupefacción, sigue intacta, jamás olvidaré ese momento y esa charla en clase que se alargo, incluso durante la pausa para el café. Fue un deleite, hablar de Popayán, esa ciudad que hace parte de mi vida, de mi caminar, a casi 9000 kilómetros de distancia. Ese lugar que por fortuna e infortuna a la vez, parece detenido en el tiempo; sin duda, me sentí orgullosa de contar que el centro histórico de Popayán, es uno de los más hermosos del mundo y que a pesar de sus 483 años de fundada y los terremotos que la han sacudido, sigue ahí bajo el valle de Pubenza, hermosa, imponente, mágica.

 

No voy a negar que mientras cruzaba palabras con mi profesor organizaba rápidamente en mi cabeza, mi argumento siguiente. Sin duda hablaríamos de todo lo que representa Popayán para la historia Colombiana y colonial de América Latina, me hice un orden cronológico que iba desde los Pubenses hasta la época colonial. Imposible eludir nombres como Camilo Torres y el sabio Caldas, al tiempo que recordaba algunas invaluables piezas que reposan en el Museo de Arte Religioso, en el Guillermo Valencia, en el Negret o en la Casa Mosquera. Reconozco, que hice un listado mental de iglesias, sitios de interés y llegué a nuestros días, en los que sin modestia alguna, comentaría que en el 2005, Popayán fue la primera ciudad nombrada como Ciudad UNESCO de la Gastronomía, y que en el 2009, el mismo organismo especializado de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, designó la Semana Santa de Popayán como Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad.

 

En efecto, mi cabeza iba a explotar, pero sentía el deber de dignificar a la ciudad en la que viví por casi 30 años y de la que sigo profundamente liada a través de mi familia, mis amigos, compañeros y profesores del colegio y de la universidad; nada podía quedarse en el tintero. Mi querido profesor no sólo era un gran conocedor de la historia y la cultura payanesa, sino que era un lugar al que alguna vez había tenido la oportunidad de visitar y del que había quedado encantado.

 

Coincidimos en que Popayán es más bella y grande por lo que a nuestros días es y por lo que puede llegar a ser, por resumir a Colombia en un departamento y una capital sui generis, que alberga blancos, indígenas y afros, pero también campesinos de los 42 municipios del Cauca, de otras regiones del país y a extranjeros que se han instalado en la Ciudad Culta, Universitaria, Señorial, Blanca, y sí; la de los atardeceres de los venados, donde éstos quedaban hipnotizados, por que en Popayán hasta las flores de los Guayacanes caen lenta y suavemente como dejándose acariciar por esos atardeceres que solo allí se ven.

 

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