Hoy recibí un mensaje de esos que vale la pena publicar.

Un lector cordialmente me escribió contándome que hace unos meses le había leído algunos de mis artículos a su amada nieta de siete años. La inquieta niña le había pedido contactarme, para que yo le regalara un verso a cambio de un dibujo hecho por ella.

El señor sin dudarlo me escribió, excusándose de antemano y pidiéndome el favor de cumplir el encargo de su nietecita.

  • ¡La idea me encantó!

 

  • ¡Un dibujo exclusivamente para mí, hecho por una niña a quién le llamo la atención mi trabajo!

 

  • ¡De verdad, que honor!

Indudablemente es mucho más complejo cautivar a un niño que a un adulto; someterse a su honestidad, su crítica y su libertad no es nada sencillo. Pero que además de todo, esa niña me quiera compensar con un dibujo de su autoría?

  • ¡Que dignidad!

Le pregunte entonces al dedicado abuelo:

–  ¿Cómo es su nieta? ¿Qué le gusta? A lo que respondió:

 

Mi amada nieta

es una hermosa niña,

le gusta estudiar, dibujar y jugar,

tiene una piel linda y suave,

y unos ojos que reflejan su brillo en quienes la amamos.

 

Ella es buena amiga,

buena hermana,

un mar de sabias preguntas,

un suspiro en el ocaso de la vida y

un pequeño ser que pone el alma en todo lo que hace.

 

Ella es disfrazarnos, tirarnos al piso,

hacer galletas y rayar la pared.

Ella es renacer, recomenzar,

olvidar el dolor de espalda, el cansancio, el reloj,

montarse en el columpio cerrar los ojos y

volver a vivir, volver a soñar.

 

Querida Juanita, creo que esta vez tu abuelo, quien indiscutiblemente te adora, ha hecho el trabajo por mí y yo no he sido más que una intermediaria entre ustedes dos, deseo para ti salud, sueños cumplidos y mucha felicidad, que disfrutes de tu familia, de tu abuelo y perdóname por ser tan sinvergüenza, pero … espero mi dibujo.

 

 

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