¿Mi mejor amigo? No, mi ángel.

Parada en la acera frente al paso peatonal, cuidadosa y firmemente el labrador me movió hacia un lado, no tenía un collar tradicional, sino un asa rígida con arnés atado a su tórax. Me miró y en él vi a todo un caballero pidiéndome amablemente que dejase pasar a su amo invidente.

Hasta ahí llegó mi prisa, sentí ganas de decirle:

  • ¡Bien pueda señor can, ojalá todo el mundo fuera tan educado como usted!

Pero solo exclamé ¡Lindo perro! Y atravesé la calle.

  • ¿Lindo perro? Me cuestionó su amo.

Sentí enrojecer ¿Se habría molestado el hombre por mi comentario? ¿Fui imprudente al alabar el físico del animal frente a una persona ciega?

  • ¡Sí señor es un perro precioso e inteligente! Repliqué.

 

  • ¿Usted tiene uno? Me preguntó.

 

  • ¡No, no señor! Respondí

 

  • ¡Que mala suerte! ¡Sabe! No sé si es lindo o no y si es de raza o no, no me interesa, lo que sí tengo claro es que él no solo es mi mejor amigo, es mi hermano, mi salvavidas, quien me acompaña hace cinco años cuando la diabetes me dejó ciego.

Definitivamente, no podría vivir sin él, pues me lleva a todas partes, está pendiente de que apague la estufa, cierre bien la puerta y recoge mis medicamentos cada mes.

Se llama Barry, en honor al perro rescatista de los Alpes Suizos que en suma salvo a unas cincuenta personas a principios del siglo XIX, y que vivía en el auspicio de San Bernardo, de ahí el nombre de la raza.

  • ¡Que interesante, no lo sabía! Exclamé; él siguió:

 

  • Me he dedicado a estudiar historias fantásticas sobre los perros, la cantidad de vidas que salvan al año, su rol en la detección de peligros; son bomberos, pastores y como puede ver guías.

 

Seguíamos caminando mientras yo recibía una clase magistral de Historia Heroica Perruna, pasando por una lista de protagonistas que han inspirado libros y películas, Balto y Togo que llevaron medicamentos a una remota aldea en Alaska, Hachikō el perro japonés que esperaba a su amo incluso años después de su muerte, Smoky el pequeño terrier que pasó cables por una tubería en Filipinas en la segunda guerra mundial, permitiendo la comunicación y salvando la vida de 250 soldados,  así por el estilo muchas otras historias.

Cuando creí que la catedra había terminado, empezó otra, la de Ciencia Canina.

  • ¿Sabía usted que los perros están siendo utilizados en medicina? Pues su poderoso olfato detecta enfermedades aun imperceptibles a los exámenes médicos.

Ni hablar de su eficiencia en tratamientos anti depresión y anti estrés, los perros nos hacen secretar hormonas como la oxitócina y la dopamina, las mismas que secretamos cuando estamos enamoramos, cuando vemos a nuestros hijos, cuando nos conectamos con la vida y somos inmensamente felices.

Entre charla y anécdotas caninas, coincidimos en que a los perros hay que amarlos, respetarlos y cuidarlos. Que si no hay disposición, tiempo y recursos para ofrecerles una vida digna, es mejor no tenerlos.

Antes de partir me dijo:

  • ¿Qué si es mejor amigo? No, no lo es, él es mi ángel, nunca me he sentido tan escuchado, tan acompañado y tan amado. No puedo ni siquiera verlo, pero sé que ahí está mi peludo compañero, mi hijo de otra especie, una especie sabia y bondadosa y no una invasora y depredadora como a la que pertenezco.

 

“Evita que el dolor y la desolación continúen, adopta, esteriliza y ama mucho a los perros y a todos los animales”.  

 

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