Esa tarde el hermoso girasol,
abrió sus pétalos hacía el sol,
alistó sus escamas y su néctar,
absorbió unas góticas de agua
y espero con ternura a su amor.
La tarde empezó a caer,
la lluvia opacó a la flor más linda,
el imponente girasol,
que se hundía en su tristeza
por la ausencia de su amor.
De repente, un arcoíris iluminó el ocaso,
el girasol escuchó un zumbido,
y mirando hacía el charquito,
desde el cielo se reflejó
la silueta de su amada,
su hermosa abeja que lo polinizó.
El girasol cerró sus pétalos,
y se durmió, con la esperanza de que un pesticida
o la furia del calor no le arrebatara para siempre
la semilla de su amor.