Estas letras son meramente instructivas y motivadas por varias razones. La primera, porque nos enseñaron que Democracia era el Poder del Pueblo, noción nacida en la antigua Grecia en el siglo V a. de C. y aunque resulte inverosímil, veinticinco siglos después, la humanidad dista de esa premisa. La segunda, porque las elecciones presidenciales estadounidenses en plena pandemia sin duda son históricas. La tercera, la que me llevó a sentarme frente al computador, es la indiscutible importancia del pueblo Latino en la política de los Estados Unidos de América.
El presidente estadounidense no es elegido directamente por los ciudadanos, sino por un organismo denominado el Colegio Electoral, compuesto por 538 delegados elegidos por los partidos, cuya cantidad de representantes depende de la población de cada estado, en igual proporción que los miembros del parlamento.
California que es el estado más poblado, cuenta con 55 delegados del Colegio Electoral, otros como Texas 38 y Nueva York 29. Para ganar, se necesita la mitad más uno de los 538, o sea 270 votos. La idea es que los votos populares, es decir la voluntad del pueblo se vea reflejada en los votos electorales, pero no necesariamente es lo que ocurre. Puesto que, el candidato que gane en un estado se queda con todos los votos del colegio electoral y suman para la cuenta nacional.
Ejemplifiquemos: El Estado de Michigan cuenta con 16 votos electorales, en las elecciones presidenciales del 2016, Hilary Clinton obtuvo 10 mil votos ciudadanos menos que Donald Trump, que en las proporciones de dicho estado es una diferencia muy pequeña. Sin embargo, el colegio electoral certificó la totalidad de sus 16 votos a favor de Trump y cero votos para Clinton.
Entendemos ahora porque, pese a que en la suma nacional Hilary Clinton obtuvo tres millones más de votos populares que Donald Trump, fue el republicano quién llegó a la casa blanca.
Otro aspecto importante en la contienda, es que generalmente los estados son fieles a un partido, sea al demócrata o al republicano, Sin embargo estados como Florida, que cuenta con 29 miembros del colegio electoral y en el que la población votante latina crece, es catalogado como estado péndulo, va y viene, unas veces votando por los rojos republicanos y otras por los azules demócratas. Recientemente, dos veces por Bush, dos veces por Obama y en el 2016 por Trump.
Injusto o no, o mejor, democrático o no, juzguen ustedes, lo cierto es que el sistema data de 1804, época en la que no se contaba con los medios tecnológicos ni para una campaña, ni para unas elecciones como a nuestros días; el valor del voto de un ciudadano en términos absolutos no es el mismo que el de otro, dependiendo del estado en el que reside, los estados asociados no incorporados como Guam y Puerto Rico, no tienen derecho a votar en las elecciones presidenciales, sin embargo, su presidente es el huésped de la casa blanca. De todas maneras este es el actual sistema de elección presidencial de la República Federal Americana y la abolición del mismo requiere una enmienda a su constitución que necesita tres cuartos de legislación para ser ratificada, expertos creen que dicha enmienda no seria aprobada.
Para volver a mi primera razón y apartarme un poco del sistema americano, considero que no existe aún un verdadero poder del pueblo. Algunos países europeos se acercan, con democracias representativas directas en donde existen amplios derechos civiles, y los ciudadanos pueden realmente elaborar iniciativas constitucionales y referéndums que se llevan a cabo todo el tiempo e influyen sobre las decisiones parlamentarias, países donde generalmente ni siquiera existe la figura presidencial, infortunadamente son la inmensa minoría.
Ahora, tratándose de nuestros países latinoamericanos los poderes casi monárquicos que otorgamos al ejecutivo en la cabeza de un presidente, son a mi sentir una de las razones de alejarnos de la anhelada Democracia o poder del pueblo que algún día soñaron los griegos.
Rosario Paz
/ 29 Nov 2020