EL NIÑO QUE ENCENDIO UNA LLAMA DE PAZ

 

 

Erase una vez un niño perteneciente a la nobleza francesa llamado Pierre,  para su padre el Barón Charles Louis de Coubertin, uno de sus grandes anhelos era que su pequeño siguiera la carrera militar, en la reputada Academia de Saint- Cyr; fundada nada más y nada menos que por Napoleón Bonaparte y cuyo lema insignia era “Se instruyen para vencer”.

 

Sin embargo, al pequeño no le interesaba la guerra, pese a que creció en medio de entrenamientos militares, en los castillos y propiedades de su acaudalada familia. El curioso Pierre, sentía que su voz interior lo inclinaba hacia lo social y humano; entonces fiel a si mismo, decidió dedicar su vida a la pedagogía, las ciencias políticas y sociales.

 

Pierre creció y ahora era un joven disciplinado y cargado de sueños; viajó a Inglaterra para completar sus estudios, donde conoció la Doctrina Muscular, que se basa en la búsqueda de la perfección espiritual a través del deporte. Así, a nuestro protagonista, un buen día se le ocurrió una idea, que se convertiría en su obsesión y que marcaria la historia de la humanidad: Revivir los Juegos Olímpicos, que habían sido suspendidos hacia quince siglos y que estos fueran un símbolo de paz y de unidad entre los hombres.

 

En efecto, en la Antigua Grecia, los Juegos Olímpicos eran la competición más importante a realizar cada cuatro años, los pueblos en guerra hacían treguas, para que los participantes volvieran a sus casas sanos y salvos. Pero en el año 393 el emperador Teodosio, prohibió toda celebración pagana, incluyendo los juegos. Pierre de Coubertin, el niño de nuestra historia logró que se reactivaran en 1896. Desde entonces se han celebrado cada cuatro años en diversas ciudades del mundo, excepto en 1916, 1940 y 1944 debido a la I y II guerra mundial y en el 2020, a causa de la Pandemia por el Coronavirus.

Pierre, pese a su condición privilegiada, debió enfrentar muchos obstáculos y puertas cerradas antes de la consecución de su sueño, pero finalmente logró que su proyecto se aceptara en el Congreso Internacional de Educación Física en la Sorbona, en el que se decidió reinstituir los Juegos Olímpicos, esta vez de la Era Moderna con una primera versión en 1896, por supuesto en Atenas.

 

Nuestro niño ya hecho un adulto, el Barón Pierre de Coubertin, durante la primera Guerra Mundial se instala en la hermosa ciudad de Lausanne a orillas del lago Leman en Suiza, ahí traslada la sede del Comité Olímpico Internacional, en el que trabaja hasta su muerte en 1937. Más tarde en 1991, el español José Antonio Samaranch impulsa la creación de un Museo Olímpico en donde siempre esta encendida la llama Olímpica, esa que Pierre volvió a encender y que sigue viva, mientras tú lees esta historia.

 

Los juegos se han celebrado en diversas partes del planeta, es la principal competencia deportiva del mundo, cuenta con la participación de más de doscientas naciones, con dos versiones, verano e invierno. La fusión deporte – paz, es innegable, en enero de 2020 se celebraron en Lausanne los primeros juegos olímpicos de la juventud con un éxito rotundo, pues involucrar a los jóvenes en el deporte es sin duda fundamental en la promoción de derechos humanos de las generaciones futuras.

 

En el mismo sentido, la Asamblea General de las Naciones Unidas, reconoce al deporte como promotor de salud, pero también de inclusión; a través de instituciones y programas como el Comité Paralímpico Internacional, que muestra al mundo las enormes capacidades de atletas con limitaciones físicas,  el Foro sobre Deporte, Paz y Desarrollo, que busca que los estados en conflicto vean en el deporte una oportunidad de poner fin a la violencia y abrir las puertas del progreso y la reconciliación, de esta manera la invitación no es solo a que hagamos deporte, sino a que hagamos la paz.

 

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