Corría el 2010 y en cartelera anunciaban una película argentina, “El Secreto de sus ojos”. Yo ya había tenido la oportunidad de ver el trabajo de dos grandes, Darín y Francella, pero ver una película en español, en Suiza, no sería tan acertado para alguien que acababa de instalarse en Lausanne y que tenía que dedicarse a estudiar francés. Pero, por qué no? un merecido descanso, un poquito de mi lengua materna para sentirme en casa.
Confieso que verla fue todo un deleite, no sólo por que es una película buenísima que más tarde sería galardonada entre otros con un Óscar, sino por que el cine estaba repleto. Resultó bastante extraño para mi, estar frente a una película original en español, subtitulada en francés y alemán al mismo tiempo; más grato aún, ver el interés de los espectadores por entender más que el castellano, el humor negro tan presente en las películas latinoamericanas. Ese día supe, que Latinoamérica, con sus tragedias, sus riquezas, sus acentos y dichos locales, se tomaría muchas veces esa sala. Por suerte no me equivoqué, ha sido una tormenta de obras extraordinarias, que nos han hecho latir fuerte el corazón, llorar de alegría, tristeza y añoranza; pero sobretodo que han despertado gran interés en culturas muy lejanas.
Camino a casa, retrocedí a mis 14 años cuando vi “La Estrategia del Caracol”, sin duda una de las mejores películas colombianas. Un reflejo intacto de una sociedad que sufre desalojos abusivos, justicias a medias y un sector financiero que sin piedad alguna ha dejado tantas veces a la gente literalmente en la calle. Es una obra magistral que mereció significativos reconocimientos, entre otros en el Festival de Cine de Berlín, en el Chicago Latino Film Festival, una Espiga de Oro en Valladolid y una veintena de reconocimientos más.
Es que lo que se siente al final de la Estrategia del Caracol, creo que no sólo quedó en mi cabeza, sino en la de toda esa generación que la vimos y se convirtió en una analogía de lo que es Colombia y América Latina. Se trata de una escena pasmosa y sobrecogedora en la que posterior a la explosión del frente de la casa, se visualiza sobre el muro del fondo la pintura de la que fuese la fachada, acompañada de un grafiti que reza: “Ahí tienen su hijueputa casa pintada”. La desatención o grosería de la frase es lo que menos importa, pues es un canto a la rebelión y a la victoria, es un regocijo al alma, porque ganó la camaradería entre los inquilinos de la casa, unión que tanta falta nos hace en nuestros problemas sociales latinoamericanos.
Somos tan disimiles como los habitantes de la casa, pero sufrimos los mismos males. Ellos debieron afrontar las adversidades y soportar leguleyadas y abusos de poder, pero lograron trasladar el interior de la casa a las colinas pobres de Bogotá, con métodos rudimentarios, pero con una consciencia del trabajo en equipo que sólo se alcanza cuando el desasosiego nos lleva a los confines de la desesperación. Trastearon su pobreza y su incertidumbre sí, pero también su unión, su fortaleza, su fe y sobretodo su dignidad.
Así son las películas latinoamericanas, con poca ficción y con tanta realidad, son tragicomedias que trasmitimos a través de una cámara pero que no son más que nuestras luchas de siempre. Sólo me queda invitarlos a cine, a nuestro cine, al colombiano, que nos ha hecho reír y llorar tantas veces, no puedo dejar de nombrar, La gente de la Universal, Golpe de Estadio, Como el gato y el ratón, Perder es cuestión de método, Soñar no cuesta nada, Paraíso Travel, Los viajes del viento, El abrazo de la serpiente, Pájaros de verano. Pero tampoco puedo omitir La noche de los lápices de Argentina, La Teta Asustada del Perú, No y Una mujer fantástica de Chile, la desgarradora Voces Inocentes sobre el uso de los niños en el ejercito en el Salvador, Ciudad de Dios sobre las favelas brasileras, Ratas, ratones, rateros de Ecuador y por supuesto Roma de México. Los caracteres no me dan para seguir dando ejemplos, pero la invitación es a unirnos como latinoamericanos, a solidarizarnos en aras de superar nuestras dificultades y podamos decirle un día al unísono a los opresores “Ahí tienen su hijueputa casa pintada”.