A PROPÓSITO DEL PRIMER AÑO DE «EL MENSAJE»

 

Eran cerca de las ocho de la mañana del sábado 19 de agosto de 1989, yo tenía 9 años y jugaba en la sala. De repente, mi papá bajo la escalera pálido, se sostenía la cabeza con frustración y tenía esos grandes ojos típicos de él cuando le gana la rabia, que jamás aprendió a disimular.  Mi mamá llegó llorando con una taza de café en la mano.

Mientras peinaba mi muñeca le pregunté:

  • ¿Qué pasa papá?
  • ¡Anoche mataron a Galán! – Me respondió.

En ese entonces yo tenía una idea vaga del papel político que jugaba el bumangués en mi país. Lo había visto un par de veces en una de las dos cadenas de televisión nacional. Evidentemente, no era ni la edad, ni la época para que una niña se enterará a cabalidad de los problemas de violencia en Colombia, que tristemente, después de más de treinta años siguen tan latentes y escalofriantes.

Ver a mis papás en ese estado, me asustó y me ganaron las lágrimas. Mi papá me abrazó:

  • ¡No mi amor no pasa nada! ¡Vete a jugar con las muñecas!

Inevitablemente, vinieron mis preguntas:

  • ¿Papá quién era él?

 ¿Por qué están tan tristes?

¿Por qué lo mataron?

¿Te va a pasar algo a ti?

Con mi último cuestionamiento, guardó silencio unos segundos y mirándome fijamente me dijo:

  • ¡No sé!

¡Nadie sabe!

Pero si muero, tú no tienes por qué tener miedo.

¡La vida continua y tú, tú tienes que continuar con la tuya!

 

El siguió:

  • ¡Realmente no aspiro a vivir mucho tiempo, si vivo hasta los cincuenta o cincuenta y dos que era la edad de mi papá cuando falleció, me doy por bien servido!

Como era de suponerse, mi llanto se agudizó. Sin embargo, la posición de mi papá no fue ni cruel ni desconsiderada, menos en aquellos oscuros días de finales de los ochenta y principios de los noventa en Colombia, él simplemente me mostró una verdad absoluta, de esas que con solo imaginárnoslas nos duelen, pero, al fin y al cabo, una verdad.

 

En medio de las adversidades, los aciertos y desaciertos de mi padre, considero que la vida ha sido bastante generosa con él, y por supuesto conmigo. En ese entonces él tenía tan sólo treinta y siete años, hoy, es un setentón o septuagenario, como quieran, yo prefiero lo coloquial; quien sigue sus sueños y trabajando para ellos, ha tenido la posibilidad de compartir con mi mamá, quien ya no es su pareja, pero seguirán unidos por esos lazos inquebrantables que se llaman hijos, nietos y buenos recuerdos. Siempre está rodeado de amigos, familia y sigue de correría política y ahora periodística por su Cauca amado.

 

Hace un par de años se empecinó con crear un periódico, me llamo mil veces, me mostró logos, nombres posibles, separatas, en fin. Es un orgullo que hoy EL MENSAJE sea una realidad, es un medio de comunicación que en su primer año ha logrado posicionarse e ir más allá de la información de actualidad, pues a través de él, se instruye y se da espacio a la literatura, la academia, la economía y el medio ambiente; EL MENSAJE es tan diverso como El Cauca mismo.

 

EL MENSAJE cuenta con columnas de reconocidos escritores, periodistas, profesores y expertos. Gracias infinitas a todos por hacer parte de este proyecto. Un agradecimiento especial a nuestro diseñador gráfico Eduardo Cajas, por su constancia, paciencia y disciplina, es muy agradable leer EL MENSAJE y poder compartirlo en línea con familiares y amigos.

 

A mi papá Nelson Paz Anaya, perdóname por no escribir cada semana, sabes que siempre trato, gracias por ser ejemplo, por tu perseverancia, porque fiel al proverbio que reza: “Cuando soplan vientos de cambio, unos construyen muros y otros construyen molinos de viento” EL MENSAJE es un molino construido por ti. Por último, si algún día no estas, tal vez la vida continue, pero jamás será la misma.

 

Feliz cumpleaños a EL MENSAJE que sean muchos más.

 

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